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Locos, bandidos y fundamentalistas. Ricardo Piglia y la acción del poder para crear

HALPERÍN, Jorge. Locos, bandidos y fundamentalistas. Ricardo Piglia y la acción del poder para crear, Clarín, Buenos Aires, Domingo 9 de mayo de 1993

Published onNov 10, 2020
Locos, bandidos y fundamentalistas. Ricardo Piglia y la acción del poder para crear

¿Se puede relacionar la aparición de fenómenos demenciales como el del fanático David Koresh o el terrorismo de Sendero Luminoso con la hegemonía aplastante de un poder liberal que convence de que hay una única forma de vivir y organizar una sociedad? ¿Los delirios místicos de esos personajes son la respuesta a un sistema que crea la imagen de una racionalidad tecnócrática, que no deja otra alternativa que la economía de mercado y que exalta al dinero como el valor que organiza a la sociedad?

El escritor Ricardo Piglia sostiene que ese, el del mercado, es el relato dominante en la sociedad y que esa suerte de dictadura de lo posible lleva a muchos a buscar de manera desesperada alguna forma de trascendencia. Según el autor de "La ciudad ausente", su última novela, el poder siempre trabaja para imponer un relato, una suerte de línea de normalidad, y fabrica sus propias amenazas: los que no participan son los locos, los psicópatas y fanáticos. Piglia, un intelectual de referencia en la vida argentina, exploró ante Clarín los pliegues del sistema de ideas en que vivimos.

¿Por qué usted dice que vivimos inmersos en una trama de relatos?

—En primer lugar, porque podemos decir que ninguna relación personal puede excluir no solo una relación verbal sino también una relación narrativa. Nosotros mismos, no bien nos encontramos, empezamos a contarnos algunas historias (por qué nos reunirnos, qué ternas tenernos en común, algunos amigos co-munes, sus historias). Yo siempre digo que si uno en un día pudiera tomar todos los relatos que se intercambian en una ciudad tendría una versión bastan-le particular de esa sociedad, mucho más importante que las informaciones económicas.

¿No sería un verdadero caos de versiones?

—Bueno, es una utopía, pero yo trabajo sobre la idea de que por debajo de ese caos se podrían encontrar ciertas formas comunes que son tan fuertes corno las formas de la lengua.

¿Sería correcto, entonces, decir que una sociedad existe porque hay una base de relatos comunes?

—Seguro. Pero no solo por eso. Existe porque hay relaciones materiales, relaciones económicas, relaciones de los cuerpos. Pero me parece que uno de los elementos más intensos de la relación del sujeto con la realidad es la narración. Primero, porque estoy convencido de que un sujeto vive su vida como una narración que se hace.

¿Cómo lo explica?

—Yo creo que si nosotros tenemos la idea de que somos un sujeto y no una dispersión (como efectivamente somos), si tenemos la ilusión de cierta unidad y podernos sobrevivir a la fragmentación que somos, es porque nos hacemos un relato sobre nosotros mísmos: sobre nuestra infancia, sobre las mujeres, los amigos, la ropa que queremos usar, los lugares adonde fuimos, adonde queremos ir. Me parece que hay una narración en cada sujeto que es muy constitutiva de la persona.

Y luego no hay vínculo concebible sin relatos compartidos. ¿Es así?

—Si. ¿No es común, acaso. la escena del "contare"? La narración es un gran imperativo social. Y eso abre una serie de rutas y tramas. A la narración nosotros podemos imaginarla casi co-mo una práctica social paralela a la práctica de la filosofía y a la práctica de la política.

¿El sujeto tiene una historia que le explica su origen y también una especie de desenlace en su cabeza o en su corazón, una fantasía de hacia adónde va?

—Sí, y la cuestión del final de un relato es fundamental para la construcción misma de la narración. Esto es muy visible en la literatura. Y la aspiración a una historia que cierra es muy importante. En la vida los cierres no tienen la claridad y la elegancia que tienen en la literatura. En la vida los finales son siempre dramáticos, son organizados en forma externa a nosotros. Pero en la literatura uno puede decir que la forma de una narración se juega en el final.

¿Y las sociedades también tienen, junto con los mitos del origen, relatos de hacia adónde se dirigen?

—Desde luego. En primer lugar, porque no hay Estado ni poder que deje de sostenerse sobre una cierta construcción de la realidad ("Yo ejerzo el poder en nombre de la gente en virtud de tal o cual razón que me otorga la legitimidad y prometo tal y cual cosa"). O sea que el Estado narra. Esa es una función imprescindible para ejercer la dominación.

Todos dicen lo mismo

¿La sociedad civil también tiene su relato o hay varios relatos

—Primero, hay que pensar que ese relato oficial es muy dominante y, por lo tanto, influye sobre la sociedad civil de una manera hegemónica. En la Argentina de hoy es muy visible el hecho de que-todo-el-mundo parece que cuenta lo mismo. Menciono muy esquemáticamente uno de los aspectos más comunes de este relato: hay una Argentina que estaba desquiciada y se empobrecía aceleradamente por un Estado que la devoraba y ahora llegaron las ideas del mercado para poner orden, disciplina y soluciones económicas. Ese es el discurso del Estado del que se hace eco buena parte de la sociedad civil.

¿Pero hay otros relatos?

—Bueno, es lo que a mí me interesa. Cómo en otros espacios, en el centro —no en los márgenes— se van produciendo relatos que desmienten, alteran esa suerte de versión única.

Si la sociedad puede verse como una trama de relatos, entonces la idea de que han caído los grandes relatos (la idea marxista de la revolución, la fe en que la historia marcha hacia el progre-so) parece falsa.

—Creo que quienes lo afirman, los llamados posmodernos, están hablando de lo que entienden, que es la pérdida de función de esos relatos y no de su inexistencia. No me parece que hayan desaparecido: lo que han perdido es la función dominante que tenían.

Pero dan lugar a la idea de que ya no hay grandes relatos. ¿No es eso falso?

—Esa misma idea es ya un relato, porque es una manera de narrar el final. Hablo como escritor y no como político: creo que desde el poder se trata de decir que los relatos de resistencia al relato hegemónico, los que nos hablan de sociedades alternativas, han desaparecido, y que,'en consecuencia, hay una especie de situación dada, la única posible.

¿O sea, un único relato?

Y, por lo tanto, cualquiera que diga que esta sociedad es injusta y que es posible imaginar una sociedad más justa está hablando de un relato muerto, de un imposible y de algo que no tiene importancia. A eso lo llamo manipulación de los relatos ejercida por el poder.

¿O sea que usted no cree que los relatos de resistencia hayan terminado?

—Para nada. No solo en el plano político, sino que todo lo que puede considerarse formas de pensar la alternativa a la situación dada son una condición fundamental para la reflexión.

De lo contrario, sería como la muerte de la reflexión.

—Yo creo que todos los que trabajan con una especie de realismo o de real-politik extremo no están en el plano de la reflexión sino en el del ejercicio del poder directo, operando para justificar el statu quo. Siempre las clases dominantes han dicho que lo que hay es lo único posible, que todo lo que no pertenece a lo dado no existe. Lo que si sucede es que estamos asistiendo a la gran derrota de una serie de ideas y de hipocresía tesis.

¿Pero la manipulación del poder se funda sobre otra Ilusión de que hay una única versión posible de la realidad, en suma, una sola realidad?

—Se trata de borrar cualquier noción de contradicción, de fractura o de realidades que se yuxtaponen. Pese a que hoy son visibles distintas redes in-ternas de contradicciones en el interior mismo del Primer Mundo (minorías étnicas, indocumentados, pobres, homo-sexuales, etc.). O sea que esa ilusión de homogeneidad parece difícil de sostener. Sin embargo, el poder manipula constantemente con un relato de consenso, de pluralismo, de igualdad, de una especie de campo de inclusión del que solo queda afuera el que escapa a su razón por ser un autoritario, un loco, un delincuente o un fundamentalista, o porque habla de un discurso arcaico que ya desapareció. Entonces, lo que queda sería un escenario homogéneo de sujetos racionales que hablan entre sí. Lo cierto es que la verdad es usada por distintos sectores en función de relaciones de poder y de fuerza.

Pero nunca como ahora tuvimos la sensación de que quedó en pie un relato único.

—Bueno, pero en el interior de ese relato dominante; que parece único, comienzan a hacerse visibles figuras que quizá no cuestionan el conjunto de ese relato sino que están creando alternativas diferentes. No son alternativas globales sino formas intersticiales de elementos de resistencia.

La creación del enemigo

Pero la resistencia parece estar corporizada muchas veces por formas demenciales. Pensemos el caso de Sendero Luminoso, en el Perú. Como si hiera una degradación de la idea del cambio social.

—Efectivamente, tiene elementos de bandolerismo, lumpenización y terrorismo, que siempre han sido paralelos a. los fenómenos de violencia popular. Pe-ro si uno quiere comprender, necesita observar con menos prejuicio. Y podríamos caracterizarlos así: que frente a una sociedad dada. donde no hay otra alternativa que la economía de merca-do, una sociedad que descarta cualquier forma cultural que no sea la existencia del discurso económico realista y que no hace otra cosa que poner al dinero como figura que organiza el sistema colectivo de valores, cortando cualquier posibilidad al sujeto de trascender la vida inmediata, digo, en una realidad tan tremendamente excluyente, esos individuos eligen asociarse a la trascendencia más absoluta, una forma de religión. Hay una doble cara de la resistencia: la forma lumpenterrorista, que se despega totalmente de la sociedad, y, por otro lado, la figura del sujeto que busca la trascendencia pura y que es capaz de cualquier cosa. es decir el dogmático, el fanático…

¿Por un lado, Sendero Luminoso y, por el otro, David Koresh?

—Podría describirse así,

¿Puede haber alguna relación entre el carácter demencial de estas formas de resistencia y el cerrado racionalismo, el realismo excluyente del sistema que ha triunfado?

—Primero, hay que decir que una parte de la construcción de la realidad que realiza el poder consiste en que cualquiera que se opone a esta suerte de racionalización tecnocrática aparece bajo la forma del fanático, del loco, del extremista, del individuo cuyo discurso no debe ser escuchado. t'Yo he estado viviendo en los Estados Unidos en los últimos años y me he encontrado con que el poder allá ha conseguido construir siempre a su enemigo como un demente vandálico y demoniaco. Khomeini, Kadafi, Saddam Hussein...

Pero uno piensa en David Koresh. ¿No era. acaso, un loco?

—Yo no digo que no. Pero también es la manera en que han tenido las tradiciones dominantes de definir al otro. Desde Sarmiento para acá. él con la figura de Rosas. Es decir, el otro corno monstruo. Siempre digo que una sociedad construye dos límites: uno para afuera, que es la figura del monstruo, el psicópata, el caníbal, el demente. El cine ofrece muchísimos ejemplos de eso. También el comienzo del "Facundo".

¿Sería como la figura de la amante-amenaza en la historia de "Atracción fatal".

—Digamos que el monstruo forma parte de la construcción de los límites de una cultura. Es inseparable de la construcción de un espacio de poder. El convertir al que no participa, en el sentido de que no acepta el pacto, la institución, en un monstruo.

El poder es paranoico

¿Es un borde del sistema?

—Sí, y es un borde que puede estar muy próximo. Las ciudades están llenas de monstruos (si uno lee todos los días los diarios desde el punto de-vista de cómo son vistos). Y el otro límite que construye el poder es la figura del enigma: Quiero decir que 'siempre habría un núcleo que no solo sería de amenaza sino que exigiría la interpretación. Por-que yo' pienso que el pensamiento del - poder es siempre paranoico: tiende a construir al diferente como amenaza y tiende a poner el delirio interpretativo como un elemento básico de su funcionamiento.

¿Cómo se ve ese delirio interpretativo? .

—Bueno, si uno mira con una mira-da de amateur ciertos debates que hay en la Argentina. se encuentra con esa voluntad de interpretar ciertas cosas que no se comprenden intentando com-prenderlas de un modo muy extremo. Por ejemplo, durante mucho tiempo el peronismo ocupó la figura de ese enigma. Y, volviendo a Sarmiento, Facundo aparece como el enigma. Lo convoca como una figura mitad tigre, mitad mujer.

Pero ¿puede haber mecanismos que comuniquen a esos monstruos para que coincidan en tener siempre formas, demenciales? Pienso en Koresh. en Jim Jones, en Sendero Luminoso. ¿Hay una regla que los lleva a adoptar la locura?

—Yo creo que el movimiento básico que hoy domina es la integración. No hay márgenes ni alternativas ni resistencia. Todo es inmediatamente incorporado. La idea del centro y el margen se está disolviendo. Entonces, aquellos sujetos que no pueden ser integrados son los que tienen este perfil que usted llama demencial. Ese es el juego en que estamos metidos. Ahora, ¿estos sujetos son convertidos en seres irracionales o lo son de verdad? No sabría contestarlo.

¿O serían los generales de ejércitos de resistencia que están en retirada y en declinación y no pueden, sino, adoptar formas delirantes?

—Así analizaba Foucault la experiencia de Khomeini en Irán. Con esa lógica del margen que él tenia en su reflexión sobre el otro. Ahora. ¿David Kórésh pudo haber sido llevado a una Situación donde masacró a todo el mundo porque se le venían encima? En ningún momento se consideró que era posible con él no hacer nada, y tal vez no fuera posible. De cualquier modo, me parece que es necesario empezar a pensar con mayor flexibilidad y escuchar con atención qué nos dicen estas expresiones aparentemente demenciales y una multitud de otras formas de resistencia acerca de la necesidad de construir otros relatos e ir más allá del relato de lo posible que nos construye diariamente el poder.

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