RUSSO, Miguel. "La política es la única práctica que define hechos reales", Revista Asterisco 69, Buenos Aires, Julio de 2008
Referente de la literatura y la intelectualidad argentina, trabaja sobre una nueva novela, un nuevo ensayo, y siempre sobre las formas del lenguaje y del pensamiento, antes materia privilegiada de los intelectuales, hoy campo dominado por los medios.
Tradición, discusión, literatura, realidad: los temas con Ricardo Piglia no se agotan. Y es, tal vez, uno de los más claros intelectuales en un momento en que lo intelectual parecería no estar tan claro. El autor de ficciones tan representativas del país como Nombre falso, Respiración artificial o Plata quemada (entre tantos títulos) y de ensayos como Crítica y ficción o El último lector, analiza esta actualidad y la función de los libros.
-En un mundo que día a día tiende más a la difusión de un pensamiento único, ¿se puede hablar de literatura argentina en contraposición a un mercado internacional generador de lo que debe leerse en todas partes?
-Creo que sí. Y existe porque existe una tradición o, si se quiere, varias tradiciones entreveradas que constituyen eso que llamamos literatura argentina. Nadamos en ese río y en sus afluentes. Una tradición además es un modo de leer la literatura mundial. Por lo tanto esa tradición, la de la gauchesca, la de Mansilla, la de Puig, nos ayuda a pensar que no todo está en el presente, en el vértigo de las novedades que circulan en el mercado o en los medios. Por eso, como decía Pasolini, no hay que dejarle la tradición a los tradicionalistas.
-Con Crítica y ficción, Formas breves o El último lector usted formó un entramado para leer la realidad nacional. ¿Qué cambios observa en los últimos años en esa relación?
-Bueno, quizás habría que salir de los libros y leer esa tensión en otros lugares: la web por ejemplo, un espacio inimaginable hace unos años. El mundo del cyber espacio retorna, retraduce y divulga muchas cuestiones que los escritores hemos discutido desde siempre. Por ejemplo, la diferencia, y la distancia, entre información y sentido, entre información y experiencia. Estamos mucho más informados, pero estamos a la vez más alejados que nunca de la experiencia y del sentido. Quizás la narración, la literatura, sigue existiendo porque trabaja y hacer ver esa tensión. Algunas de estas cuestiones son, tal vez, las que habría que retomar en un ensayo sobre la literatura y el presente.
-Hubo, en el país, y a lo largo de su historia, varias discusiones literarias. ¿Cuáles serían hoy los puntos más importantes a debatir?
-Siguen con mayor o menor intensidad según las tribus y las épocas. Bajo la superficie de las rencillas entre escritores, los chismes y las luchas por un lugar en los medios, se siguen planteando algunas cuestiones que vienen de lejos. Por ejemplo, la pregunta de Joyce "¿cómo narrar los hechos reales?" es una cuestión que reaparece siempre y está muy viva en la actualidad. Una cuestión a la vez literaria, porque fue la literatura la primera que se planteó el problema, y política, porque en esta época la política parece ser la única práctica que define los hechos reales.
-¿Cómo definiría el rol del intelectual en distintos momentos del país: el menemismo, el gobierno de De la Rúa, la transición de los sucesivos presidentes hasta desembocar en Duhalde y las presidencias de Néstor Kirchner y Cristina Fernández?
-Ojalá pudiera. No, no creo que pueda. Me parece de todos modos que el rasgo que define ese período, desde el menemismo a la actualidad, digamos, es el anti intelectualismo. Esa es la posición dominante, la que determina los usos del lenguaje y los modos de pensar la realidad. Hay una suerte de populismo básico en los medios y en la discusión general. La figura clásica del intelectual que interviene en la realidad a partir de un saber específico, a la manera de un historiador como Irazusta o de un filósofo como Carlos Astrada, fue sustituida por "la gente", el sujeto colectivo del pensamiento único y trivial.
-¿Está escribiendo alguna ficción nueva?
-Sí, estoy trabajando desde hace meses en una novela que tiene como marco la guerra de las Malvinas y como protagonista a Emilio Renzi, un personaje que ha aparecido en distintos libros míos. La novela se llama Blanco nocturno y, como todas las novelas que he escrito, ha pasado por varias versiones y varias transformaciones que, desde luego, no necesariamente la mejoran.
-Pero no deja de lado el ensayo...
-No, claro. Tengo también el proyecto, un poco más lejano, de escribir un libro sobre la nouvelle como forma. Creo que la nouvelle ha elaborado desde su origen el choque y la tensión entre información y narración, de la que hablábamos antes. Bastaría pensar en Pedro Paramo, de Juan Rulfo, o en Los adioses, de Juan Carlos Onetti, para ver esa misteriosa discrepancia en toda su perfección.