MARGULIS, Alejandro. "La literatura, zona secreta: Entrevista con Ricardo Piglia", Suplemento literario La Nación, Buenos Aires, 6 de noviembre de 1994.
-Espasa Calpe acaba de lanzar al mercado un compact en el que grabaste una selección de tus relatos. ¿Por qué aceptaste pasar a la oralidad?
-En principio, tiene que ver con un lanzamiento de mi obra completa, cosa qué me parece bastante bien. Más allá de eso, a mí me interesa mucho escuchar cuando un escritor lee. Es un modo de captar la verdadera mú-sica de un texto.
-¿Es una suerte de antología personal?
-La selección está ligada con la necesidad de que fueran textos breves y con cierta unidad. Por supuesto son textos que me gustan. El primer relato es breve y tiene un tono que no es el habitual en las cosas que yo escribo y quizá, e asemeja al de algunos re-latos de Borges. Un tono argentino, digamos.
-En la selección de los textos del compact tuviste que decidir cuáles tornar y cuáles dejar de lado...
-Busqué mostrar algo que es-tuve haciendo en mis últimos li-bros. y un poco en Respiración artificial, que es lo que yo llama-ría el microrrelato: hasta dónde se puede reducir una historia, hasta dónde se puede concentrar, digámoslo así, en el río del relato. (Primera interrupción: el teléfono. Piglia contesta, parece -que distraído. Luego vuelve a la mesa.)
-¿Tenés una tesis previa antes de sentarte a escribir?
-Es difícil responder eso. Yo podría darte una respuesta colocándome en el lugar del escritor. Algo del tipo "no, se trata de inspiración", en fin. Claro que siempre se corre el riesgo de parecer demasiado cerebral, como si uno manejara .con demasiada claridad el momento de la escritura, cuando tampoco es del todo así. Digamos que hay un elemento pulsional en el que uno no sabe bien para dónde está yendo y que hay otra serie de cosas de las que se puede hablar con toda claridad... (En la pared que habitualmente queda a su espalda cuando es-cribe hay toda clase de papeles sostenidos con chinches: una ilustración de Dona que representa un mitin político o algo así: una hoja arrancada de la colección Capítulo en la que se ve a Macedonio Fernández; anotaciones personalísimas en un calendario... y también unas hojas de partitura manuscritas: son apuntes de la ópera basada en su. último libro, La ciudad ausente, que está escribiendo junto al músico Gerardo Gandini.)
-¿Cómo se te dio por escribir una ópera?
-Con Gandini teníamos interés en conocernos. Cuando el encuentro se produjo se nos ocurrió la idea de hacer algo juntos y así surgió la ópera.
-¿Como versión musical de la novela?
-Claro. Como primer proyecto. Yo hice la adaptación, muy pegado a la escritura de la música que él iba haciendo casi al mismo tiempo. Yo escribí tratando de mantener cierta lógica poética, cierta métrica y cierta medida lírica y Gandini resolvió musicalmente esos ritmos. También incluí algunos poemas de Macedonio.
-También escribiste un guión para Héctor Babenco.
-Sí. Durante casi un año y pico. Trabajar con él fue una experiencia muy productiva. E hice la adaptación de El astillero,. de Onetti, cuyos derechos consiguió David Lipzig. Yo admiraba esa novela y quería ver de qué manera se podía resolver su relación con el cine.
-¿Seguiste produciendo literatura mientras trabajabas en la ópera y el guión?
-Básicamente empecé a trabajar en los relatos que estoy escribiendo ahora.
-¿Trabajás todos los días?
-Claro, sí. Más que una disciplina tengo una especie, cómo de-cirte, de hábito de tratar de escribir todas las mañanas. (Suena el teléfono. Ea el contestador automático se escucha una voz de mujer, y de pronto la sensación es irreal, literaria, como si la máquina se hubiera puesto a fabricar el mensaje por sí sola.) -Alguna vez dijiste que los-escritores han forjado una imagen de sí mismos como seres especiales para poder pelear mejor su lugar en el mercado...
-También. Pero no sé si en el mercado. Los escritores construimos tramas imaginarias, lazos, con otros escritores y ése es un gran espacio de lucha de las poéticas de cada uno. El modo en que uno construye una tradición tiene que ver con el modo en que uno espera ser leído. Borges insistía con Wells, con Chesterton, con Stevenson porque él quería ser leído en ese contexto y no en el de Dostoievsky o Proust. Era ahí donde sus textos podían encontrar un espacio de funciona-miento. ¿Yen tu caso? -Bueno, si se trata del modo en que yo he construido esa genealogía creo que tiene que ver con ciertas líneas experimentales de la novela: escritores como Joyce, Macedonio, Gombrowicz, Beckett, que tienen una concepción de la narración muy intensa, pero que no responde a los modelos lineales de lo que suele en-tenderse como los cánones así llamados tradicionales.
-Cuando murió Borges quedó un lugar vacante. Luego pareció que lo ocuparía Sabato. .. ¿Aspiras a llenarlo algún día?
-No creo que Sabato pueda ocupar ese lugar. Y no creo que sea un lugar interesante. Además Borges lo ocupó cuando ya había dejado de escribir, no cuando hizo sus grandes textos. Lo mismo Sabato. Son escritores que no escriben. Se convierten en algo así como el sentido común literario. Y es por otra parte un sitio, digamos, un poco mortuorio, ¿no?
-¿Es inevitable que un escritor escriba los grandes textos de su producción muchos años antes de ser reconocido por ellos?
-Hay muchos casos diferentes. Hay una historia de lo que uno escribe y una historia de la recepción que eso ha tenido en la que entran el éxito, el fracaso, el desconocimiento o el conocimiento falso. Que a veces son antagónicas. Y a veces no: Puig es un escritor que tuvo un reconocimiento importante en el momento que estaba escribiendo sus textos... En mi caso, a veces tengo la sensación de que las mejores cosas ya las escribí. Por momentos veo textos míos de hace mucho tiempo y me parecen extraordinarios. Y por momentos tengo la sensación de que lo único que tiene sentido es lo que estoy escribiendo ahora. Uno no tiene que tener la idea de que un escritor evoluciona.
-¿No?
-No. El modo en que un escritor hace su obra no tiene que ver con la idea de una evolución. Más bien son distintos momentos en los que aparece distinto tipo de posibilidad. Si no sería facilísimo.
-¿No creés que las habilidades literarias se van desarrollando hasta llegara una madurez ..?
-En cierto sentido es verdad. Pero también es verdad que el desarrollo dé un escritor es desigual y que sólo en ciertos momentos consigue acercarse a esa suerte de perfección a la que aspira.
-Hay autores de uno o dos libros como Juan Bulto y otros cuya obra es como un río, como William Faulkner. ¿La tuya es un término medio?
-Todos tenemos la tentación Rulfo. A veces uno querría decir: bueno, ya está... Hay tantas cosas que podés hacer... Pero lo básico que hace que uno siga escribiendo es la idea de que toda-vía no escribió lo que quería. Que uno aspira a una obra que está siempre ahí adelante. Faulkner tiene momentos extraordinarios casi en el comienzo de su carrera y después hacia el final. Pero no me parece que la literatura se pueda asimilar a otro tipo de actividades en la que la acumulación ayuda. Cada vez que uno empieza un libro empieza de nuevo. Pero eso es lo que justifica que uno siga escribiendo...
(Y ahora no es el teléfono ni el timbre lo que interrumpe. Es el lápiz con el que Piglia ha estado jugueteando nerviosamente durante buena parte de la entrevista. De pronto pega un salto, se le escapa de las manos, hace una parábola en el aire y va a caer en el suelo, junto ala pared.)
-¿La aparición de tus obras completas te ha dado la ocasión de releer o reescribir?
La verdad, estoy viviendo el momento en que uno empieza a publicar todos los libros que ha escrito ajustados, corregidos. puestos en el mejor tono posible, en una sola editorial. Pero no, la experiencia no es agradable. No soy de los escritores que se fascinan con sus propios textos. Más bien te diría que los escribo, los publico para no volver a verlos y trato en un momento de leerlos y corregirlos en lo posible para no volver a verlos más. Creo que nunca más volveré a mirar los re-latos de Nombre falso. Uno encuentra errores que ya no se pue-den corregir porque tienen que ver con el momento en que los escribió y si los corrige termina escribiendo otro relato.
-¿Logras conectarte otra vez con esos primeros textos?
-Ese es el problema.
-¿Por cuál de tus libros sentís preferencias?
-Hay un texto, Homenaje a Roberto Arlt, que está entre lo que a mí más me gusta de lo que he escrito.
-Probablemente hasta sea mejor que Respiración artificial...
-Si me lo preguntás, por momentos me parece mejor esa novelita corta. Es una opinión personal.
-¿La literatura sigue teniendo ese lugar fundador de un modo social de ver las cosas?
-Las narraciones que están fuera de la literatura tienen un peso en la construcción de la realidad mucho mayor que la que ésta tiene. Y me parece bien. No soy de los que creen que es preciso quejarse porque la gente busca la narración en otro lugar o porque la literatura ha quedado prácticamente desplazada respecto de otro centro social de interés que hoy está en manos de otro tipo de circuitos...
-¿Televisivos?
-Por ejemplo. La literatura está circulando en una zona secreta y eso me parece bien. No hay por qué exigirle que retome u ocupe otro espacio social. Me parece que así cada vez más leen literatura aquellos interesados en la literatura. Es lo mejor que puede pretender un escritor.
***
Piglia Nació en Adrogué en 1940 y estudió Histeria en La Plata. En 1967 publicó su primer libro. La invasión, cuentos, al que siguieron Nombre falso, que acaba de ser reeditado por Seix Barral, Respiración artificial, su primera novela, los ensayos de Crítica y ficción, luego Prisión perpetua, novelas cortas, y La ciudad ausente, su segunda novela, sobro la cual Gerardo Gandini ha compuesto una ópera. Prepara Historias personales.