MAGAÑA, Edmundo. "Ricardo Piglia, temas de novela", La Epoca, Febrero 28, 1993, p. 4-5 y La jornada semanal, sup. cult. de La jornada, núm. 201, 18 de abril de 1993, pp. 28-33.
Ricardo Piglia (Buenos Aires, 1941) inició con Respiración Artificial (1980) una aventura literaria que en Prisión Perpetua (1990), recobra el diario de vida de un adolescente que traba amistad con un escritor norteamericano. La búsqueda de nuevas avenidas de reflexión lo llevó, ahoa en 1992, a La ciudad ausente, una exploración sobre la narrativa y su componente más definitorio: la intriga. Sus indagaciones sobre el lenguaje, la locura y la memoria, lo han convertido en uno de los más destacados escritores argentinos de hoy.
Tengo entendido que usted comenzó escribiendo un diario de vida.
Y aún lo llevo. Lo empecé a escribir en 1967, a los dieciséis años, cuando mi familia se mudó de Adrogue. Mi padre tuvo que huir. por motivos políticos. y nos instalamos en Mar del Plata. Yo comencé a escribir el diario para perpetuar ese lugar perdido de la infancia. No sé. Creo que todos nos contamos una historia de vida, tenemos una manera de contarnos continuamente nuestra propia historia, y le damos un orden a los acontecimientos que hemos vivido. El diario de vida es un relato que lo tiene a uno al mismo tiempo como protagonista, como interlocutor y como oyente. Yo creo que si no tuviéramos un relato de vida que nos estructura, seríamos más psicópatas de lo que somos. Posiblemente la locura ocurre cuando a uno se le rompe ese relato y queda fracturado en la red de los acontecimientos. Se trata evidentemente de la búsqueda de un sentido. Me parece que un diario es como los rastros escritos de esa historia, es la perpetua ilusión de ordenar, de rescatar algún hecho que tenga sentido.
Llega un momento en que aparentemente no ocurre nada de gran significado y comienza a incluir elementos de ficción.
Sí, es un tema que me ha interesado siempre y que descubrí tardíamente. Hablo de esa indecisión entre lo que uno vive y lo que uno imagina que ha vivido o que quiere vivir. Lo interesante es que uno lo hace, al comienzo, sin darse cuenta. Cuando te das cuenta de que estás haciendo ficción ya eres un escritor maduro, empiezas a percibir que en muchos casos escribes una vida que realmente no has vivido. Un ejemplo el justamente el relato de Prisión perpetua, que por supuesto es una autobiografía falsa, porque ese escritor norteamericano nunca existió y toda esa historia que yo cuento como una autobiografía es, en realidad, una ficción que está construida sobre la idea de que se trata de un texto que yo leí en Estados Unidos, cosa que nunca ocurrió.
¿Comenzó a hacer ficción sobre personas que conocía?
El primer relato que escribí se titulaba La honda, ese aparato para matar pájaros, y está contado con el tono de la experiencia personal, pero que no lo es. Ahí percibo algo que es importante: cuando quiero contar una historia tengo que contar otra cosa. Es el relato de un personaje que es canalla, que delata a unos chicos que se han metido un domingo a robar plomo para usarlo de proyectil en las hondas, y entonces el obrero. que trabaja como sirviente del patrón, delata a un chico, y yo lo conté como si estuviera contando otra cosa. A mí me interesa el modo en que la gente cuenta las cosas. La ficción es un mundo no privado, un mundo que no tiene que ver conmigo en el sentido directo. Tiene que ver con mis emociones, pero no está contaminado con la autobiografía. La autobiografía funciona, para mí. como una forma falsa. una forma de construir una historia que aprovecha la verdad, las confesiones de la gente. Ese es el modo en que puedes imaginar el paso del diario, que va desde 1957 hasta 1961, a la ficción. Ese relato comienza un libro de cuentos. La invasión (Casa de Las Américas. 1967), donde la ficción comienza a hacerse más mítica. Y también el descubrimiento de ciertos textos, porque uno escribe, en realidad. porque antes leyó. En ese momento yo leía a Hemmingway, a Fitzgerald... Entonces lo que yo cuento en Prisión perpetua es en realidad la ficción de una experiencia real, que es mi relación con la literatura norteamericana. Lo que pasa es que yo la cuento como si fuera la relación con un personaje concreto, el escritor norteamericano, que en realidad es la literatura norteamericana. En Prisión perpetua el comienzo es el verdadero comienzo de mi diario de vida, pero después entregar ciertos datos y fragmentos de esa experiencia de iniciación en la literatura norteamericana. Hay muchos fragmentos que no tienen nada que ver con el diario, pero yo los incluí con el mismo tono que el resto del diario.
La primera ficción es que usted mismo se transforma en personaje.
Ese es el género. El diario es interesante en distintos sentidos. A mí me interesan mucho los escritores que escriben diarios. No sé si me interesan porque escriben diarios o si son muy buenos escritores que me gustan y que aparte escriben diarios. Pero, por ejemplo, Pavese, Brecht, Kafka... Siempre estoy buscando diarios de escritores. Lo que me gusta, aparte de la forma móvil y la organización arbitraria, artificial, en sentido de que es una estructura cronológica, que suscita la ilusión de una escritura privada. El secreto es un intento de trabajar con una lengua oculta, porque la vida de todos tiene los secretos que todo el mundo conoce. No hay secretos. Un diario es secreto no porque cuentes cosas privadas, sino porque usas de un modo privado el lenguaje. Eso me parece una experiencia porque me parece que es el modo que tiene uno de preservar una zona de relación con el lenguaje que no esté contaminada por la circulación social, como sucede con los libros que uno publica. De hecho, uno acepta una cierta convención... Uno corrige un libro pensando en que hay una circulación social a la cual uno tiene que adaptar su libro, mientras que un diario no, porque está escrito con una entonación, con varios supuestos implícitos que lo acercan mucho a una escritura privada. Es como con el sueño. En un sueño no necesitas explicarte nada. En literatura tienes que explicar lo que sueñas para que la emoción que uno siente pueda ser transmitida. El uso del lenguaje en un diario está muy conectado con lo que el escritor imagina que sólo lo entiende él. Es un lenguaje muy asocia]. En el diario no hay secretos, hay solamente un uso secreto del lenguaje. La ilusión es que el diario es póstumo, que es algo que se va publicar después de tu muerte. Eso es un chiste, pero eso es justamente lo interesante que tiene la experiencia.
¿Escribe cartas?
Muy pocas. Casi no tengo correspondencia. Yo creo que a los amigos no se les escribe. Uno escribe por relaciones profesionales, pero con los amigos la relación epistolar es muy esporádica. Algunos amigos han guardado cartas mías y me las han mostrado y a veces en el diario he puesto fragmentos de cartas propias y cartas que he recibido. Yo soy un escritor que no practica el arte de la correspondencia, aunque sí uso la correspondencia en mi literatura. En Respiración artificial las cartas juegan un papel de mucha importancia. Pero yo no escribo cartas. no me parezco a Kafka en ese sentido.
Las cartas son justamente lo inverso de un diario de vida.
Exactamente, porque las cartas son textos donde el estilo está definido en función del otro, casi una definición nítida de lo que es un estilo. El estilo es el hombre al que está dirigida.
Creo que hay una cierta relación entre el distanciamiento que se provoca entre el escritor del diario, el personaje del diario y la temática de la locura, que también aparece en su literatura.
El diario se escribe en presente con la intención de disimular todo lo posible esa grieta y hacer que el tiempo de la escritura corresponda con el tiempo de la vida. Esa diferencia entre el que escribe y el otro 'es muy nítida y por supuesto esa escisión es la puerta de la locura, si entendemos por locura la ruptura del orden de ese relato interno que uno se cuenta para establecer una relación coherente con lo real. Uno puede llamar locura al momento en que el sujeto olvida esa narración y se hace cargo de otras. Cuando comienza a escribir creyendo que es Napoleón... No es cuando tú dices: soy Ricardo Piglia que nací en Adrogue o me cuento una historia del tipo: las mujeres siempre me han gustado. pero una vez conocí una que no sé qué... Aquí entro en otra historia que no es la mía, en que me creo Jesucristo o en que soy una máquina o una planta. Empiezo a delirar. En fin, las cosas que uno puede decir cuando es ocupado por un lenguaje exterior o ajeno. Esto es en realidad la locura. La locura consiste en que el sujeto pierde el lugar, en fin, así es como se narra la locura, el loco es un sujeto fracturado, un sujeto no lineal.
La locura es su tema recurrente. ¿Se deriva de experiencias personales?
No sabría qué decirte. Yo tenía una tía psicótica que era maravillosa. encantadora. Me enteré que no estaba con nosotros porque la habían internado... Pero no creo que ese sea el punto porque en todas las familias hay alguien que puede ser considerado un psicótico.
Pero ¿ha sido el resultado natural de una reflexión o es una estrategia narrativa para comunicar ciertas cosas?
Mira, con franqueza... No puedo contestar con mucha fluidez. No sé qué sentido tiene en mi literatura que aparezcan esos personajes psicóticos. No sé qué motivo hay. Sobre todo en La ciudad ausente... No sé por qué en mi narrativa aparecen esas experiencias límites. Espero no volverme loco.
Te atrae la demencia.
Supongo que sí. Yo no hago un culto romántico de la locura. Yo hubiera preferido que Artaud no se hubiera vuelto loco. Me parece un lugar de horror para el que lo vive. La locura no debe embellecerse a priori, como suele hacerse desde cierto pensamiento que exalta la marginalidad o la experiencia romántica de los que rompen con la razón... Yo no creo en eso. Sin embargo, me interesan los individuos que han tenido experiencias límite, que los han llevado a un espacio, a una zona que se puede decir que es una zona de la cual es difícil volver. Es una zona que a mí me interesa explorar. Entonces hay algunos personajes que son puntos de referencia importantes... Uno de ellos es Nietzsche y otro es Lucía Joyce, la hija de Joyce, que es un personaje que me fascina y sobre el que siempre he tenido ganas de escribir una novela. O, al menos, escribir una novela sobre una mujer que se cree que es Lucía Joyce. Para mi ella es la musa inspiradora de Finnegans Wake, lo mismo que Nora es la energía del Ulysses...Joyce nunca quiso admitir que ella era loca. La hacía escribir y pintar y la adoraba. Era su dolor más grande y un día fue a ver a Jung y le llevó unos escritos de Lucía a Jung. Luego le mostró su manuscrito de Finnegans Wake y le dijo que eran lo mismo, pero Jung le dijo: Ahí donde usted nada, ella se ahoga, lo que me parece maravilloso. Me fascina la idea de la hija de Joyce porque hablaba cinco lenguas, había vivido con Joyce en tránsito en distintos países y hablaba todas las lenguas al mismo tiempo y terminó internada en una clínica. En Nietzsche aparece la historia de la hija de la hermana, se casa con un nazi o un pro—nazi que se van a vivir al Paraguay. Este es un dato real. Bueno, yo le inventé una hija y el relato lo incluí al final de Prisión perpetua. Pero también en La ciudad ausente, que es la historia de una mujer psicótica que se cree una máquina de narrar y tu lees que es una historia sobre una máquina de narrar. Yo pienso que la novela puede entenderse de una manera más realista, como el monólogo interior infinito de una mujer internada en una clínica que cree que es una máquina. La locura es una realidad virtual, que aquel que uno llama un loco es aquel que vive en un mundo paralelo y eso es muy fascinante para un escritor porque la ficción es en realidad una psicosis controlada. Uno va y vuelve a un espacio en el que alguien no vuelve. Si nos pusiéramos en ese plano podríamos decir que la literatura tiene que ver con esa experiencia, pero no en el sentido romántico de que para ser un escritor hay que estar loco y ese tipo de cosas... Yo soy lo contrario de eso, pero sí me interesan los mecanismos alternativos en la construcción de realidades ficticias, lo que es común en la demencia y en la literatura.
Debe tener una relación muy particular con El Quijote.
Para mí es la mejor novela que se ha escrito nunca. Una de las ilusiones que tengo es escribir un libro sobre El Quijote, un ensayo. Yo creo que es lo que me gustaría hacer... Porque El Quijote es la novela. Es el libro donde está todo... Lo que nosotros hacemos no son más que variaciones.
No sabe si El Quijote encuentra refugio en la lucidez o en la locura.
En realidad no, porque como dice Cervantes, la distinción entre ficción y locura es incierta, son campos inciertos. No se puede establecer una distinción clara entre realidad y ficción. Ese es el tema de la novela. El tema de la novela es un sujeto que no se siente bien en la realidad y trata de pasar a otra, porque ésta es para él insoportable. No es solamente el tema del Quijote, es el tema de la novela.